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Cuevas y cavernas del oriente antioqueño; rocas marinas con millones de años de historias por contar

El oriente antioqueño es reconocido por su riqueza natural e hídrica, cuyos paisajes boscosos esconde aún muchos secretos a los ojos de los turistas que visitan sus municipios.

Las cuevas y cavernas en municipios como Cocorná, San Francisco, San Luis y Sonsón se mimetizan con la naturaleza y han servido de refugio del testimonio de la historia de estas tierras, que en el pasado, hace millones de años, fueron suelo marino. «Hace millones de años, cuando se formó la cordillera que atraviesa a Suramérica, los fondos marinos que estaban a muchos metros bajo el agua emergieron y hoy están a 900 metros sobre el nivel del mar. Por efectos de la cristalización, muchas rocas marinas sobre todo los arrecifes de coral se convirtieron en mármol. Así se formaron estas cuevas», explicó a la periodista Natalia Piedrahita, Luis Guillermo López Bonilla, antropólogo e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la UdeA.

La periodista de la UdeA, Natalia Piedrahita Tamayo, el pasado 20 de septiembre publicó en el periódico Alma Mater de la Universidad de Antioquia, la nota titulada; “Cuevas del oriente antioqueño: santuarios del tiempo”, un bello trabajo periodístico del trabajo realizado por los profesores Luis Guillermo López Bonilla, antropólogo e investigador y Alba Nelly Gómez García investigadora del patrimonio arqueológico en Antioquia.

La palabra kárstico tal vez para muchos se nos es extraña, aún más el saber que nuestro territorio es privilegiado por contar con una franja geológica de 130 kilómetros cuadrados conformada por mármol y rocas calizas de grandes dimensiones.

“Un karst es un paisaje subterráneo que se forma a partir de la disolución de la roca caliza y por efecto del agua. En Colombia hay varias franjas de paisaje kárstico, es decir de cuevas y cavernas embudos que se forman sobre la superficie terrestre y cimas agujeros verticales profundos por los que pasa el agua. Una de ellas está en el oriente de Antioquia, concretamente, en la cuenca del río Magdalena, entre los ríos Samaná Sur y Samaná Norte”, indica en su reporte periodístico Natalia.

Foto DiariOriente

Como lo cuenta el profesor López, el proceso de recolección de datos permitió visibilizar en estas cuevas donde; «en su interior pueden leerse datos sobre las especies de fauna y flora que las han habitado y también detalles de las escrituras de la Tierra, es decir, evidencias de la historia climática y la formación de cordilleras».

Estas cuevas y cavernas han servido de refugio para humanos y animales, hasta los grupos ilegales las han usado para guardar caletas. Los indígenas que habitaban la zona antes de la llegada de los europeos, también las usaban como lugares para llevar a cabo ritos, como lo cuenta el profesor López Bonilla; «Los análisis de los pictogramas que trazaron en ellas los indígenas nos permiten ver que las asociaban al útero materno. Era el lugar de conexión del interior con el exterior. En las paredes de las cuevas se ven los ritos de los indígenas pantágoras —que en las crónicas españolas son nombrados como cocornáes, samanáes y amaníes—, que fueron los pobladores de esta zona. En estas cavidades, ellos extraían la grasa de los guácharos —ave frugívora nocturna que habita en cuevas— porque creían que era medicinal y sagrada y con ellas hacían pagamentos a la madre Tierra, por gratitud».

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Sumado a estos paisajes kársticos, está el gran reservorio de agua; “bajo ellos está gran parte del agua potable que tenemos disponible en todo el mundo”, precisa Natalia en su nota. El Ministerio del Medio Ambiente, el Servicio Geológico Colombiano y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia —Icahn—, pese a la importancia de estos lugares no han definido una clara reglamentación que es necesaria para la protección de este paisaje kárstico. Porque como lo explica López; “las rocas de las cuevas, el carbonato, es muy apetecido por las grandes empresas mineras. Todo esto quedó consignado en el trabajo de grado «Arqueología y gestión del patrimonio del paisaje kárstico de Río Claro, Oriente antioqueño, Andes centrales colombianos».  

Por eso urge políticas sólidas de conservación y promoción de un turismo ambiental responsable, que permita que las dinámicas del territorio no afecten el patrimonio geológico y antropológico.

Foto DiariOriente

 

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