Como nos cambia la vida
“Si supiéramos lo que una cancha de fútbol puede hacer en la vida de un niño todos tendríamos una en casa”
Por: Verónica Buriticá
Estas situaciones que retan a las personas son las más interesantes, de ellas salen soluciones y reflexiones únicas, que de seguro en otro momento no nos plantearíamos. El día de hoy es otro como todos los que hemos vivido, soleado, con olor a naturaleza viva, nubes blancas y esponjosas en el cielo azul, paisajes bellos atractivos a cualquier vista y una inquietante necesidad de salir a recorrerlos; los sábados se consideraban sagrados en el barrio, todos desde niños hasta jóvenes teníamos un encuentro fijo para poner a rodar la pelota en un apasionado partido de fútbol y tomar el rol de esos ídolos deportivos que vemos en pantalla, parecía que esos días en específico todo se alineaba para que se diera, como olvidar esa sensación de levantarse para alistarse y salir a jugar, era el único día que no dolía levantarse temprano. La llegada del sol a su punto más alto daba la señal de que era hora de salir; el olor a asfalto caliente recorriendo los pulmones y esa sensación de libertad indescriptible.
Como nos cambia la vida al punto que hoy es sábado y no se ve ningún niño corriendo ni riendo por las calles, los balones están guardados en los armarios como nosotros en nuestras casas, quién diría que Doña Carmen extrañaría las ventanas rotas, Don Luis que le peguen balonazos al carro y Don Julio que vayan a la tienda luego del partido a que les venda una gaseosa grande con las monedas que alcanzaron a juntar. Es agobiante mirar al pasado, algo que no está tan atrás y preguntarse ¿Por qué hoy no lo podemos hacer?, ¿Cómo explicaran los padres a esos niños que siempre alejaron del televisor que ahora ese puede ser su único compañero?, ¿Cómo entenderán que sus amigos están retenidos en casa como él y que su mejor amigo el balón no se puede mover de donde está hasta nuevo aviso?, ¿Cómo explicarle que hoy vivimos con la compañía de un enemigo microscópico que amenaza con terminar la existencia de quienes no lo respeten y que los gobiernos en un intento desesperado toman decisiones como que las personas permanezcan en sus casas aislados de todos los seres queridos para evitar la propagación del mismo?, ¿Cómo decirles que se tienen que creer el juego para salir vencedores?
Ante esa difícil situación, Juan el niño más pequeño del barrio, el que nadie creía se animó a cambiar de ambiente y les pidió a sus padres charlar. Se los llevó para su cuarto, el cual había sido adaptado por ellos mismos para pasar la cuarentena, contaba con el doble de juguetes que antes, las ventanas habían sido bloqueadas por un tubo negro que tenía unas letras amarillas con la palabra “cerrado”, las cortinas eran de una tela fina casi transparente para que él no viera mucho al exterior pero entrara suficiente luz de día, tenía un ventilador silencioso con protección de menores para que existiera circulación de aire y la esquina donde permanecían sus balones había sido ocupada por carros nuevos y bloques de construcción para que así no los tuviera que ver y se generara en él esa sensación de tristeza al recordar que no podía salir a patearlos. Se sentaron en el piso como muestra de que no está solo y que estaban con total disposición de escuchar lo que tenía para decirles; la sorpresa que se llevaron no tiene como explicarse, a lo que su hijo los miró a la cara y les preguntó ¿Será que en algún momento los días volverán a ser como antes?, les dijo que extrañaba a sus amigos del barrio y que no porque dejará de preguntar por su balón significaba que ya lo había olvidado. Perplejos ante esta situación se volvían a plantear la pregunta sin que sus mentes fueran capaces de ingeniarse una respuesta adecuada para explicarle la cruda realidad a un niño de su edad o simplemente ellos también se lo llevan preguntando todo este tiempo.
Esta situación nos ha puesto en un estado de shock, nos ha dejado más preguntas que respuestas y ni las personas más estudiadas han podido con todos los enigmas que trae consigo el aislamiento obligatorio. No es justo decirle un niño que no puede salir a la calle a vivir su infancia porque se tiene que cuidar, no es justo decirle a un padre que no puede salir a buscar el sustento de su familia, ni es justo para esas personas que tienen que cerrar sus empresas que con tanto sacrificio habían abierto. Este virus no llegó al mundo solo a perjudicarnos, vino a decirnos que no estamos obrando correctamente, vino a darle importancia a tantas cosas que dimos por olvidadas, tantas prioridades que reemplazamos y tantas que solo pospusimos. ¿Cómo culpar a un niño que solo piensa en jugar?, ¿Cómo decirle a esos adultos que ahora extrañan lo que antes tanto les molestaba? Decirles que se está cumpliendo ese famoso refrán que tanto repetían los abuelos “nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”, ¿Cómo explicarle al mundo que la vida nos va a cambiar? Y ¿Cómo contestarle a Juan que tal vez los días no volverán a ser lo que eran? Nos va a tocar adoptar costumbres nuevas y volver a la normalidad entre la anormalidad, pensarlo es fácil ¿Verdad?, hacerlo puede que no tanto, pero igual toca, puede que para unos será más fácil que otros, pero nuestras vidas cambiarán.
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