El primer año del gobierno de izquierda liderado por el Presidente Gustavo Petro y su Vicepresidenta Francia Márquez concluye con un panorama que presenta, por un lado, señales positivas en el ámbito económico pero, por el otro, un escenario político hoy en día desgastado por las sospechas de presunta financiación ilegal de la campaña del 2022.
Durante los primeros doce meses de la actual administración, el gobierno supo afrontar el clima de incertidumbre económica generada por declaraciones de algunos funcionarios de alto rango -especialmente de la entonces ministra de Minas, Irene Vélez- y aprobar con éxito la mayor reforma tributaria de la historia con la intención de solventar la deuda social que el Estado ha acumulado con la población vulnerable, en tanto se mantiene una clara postura de responsabilidad fiscal.
La reforma permitirá recaudar $ 19,7 billones en 2023 y un promedio de $ 20 billones en los siguientes tres años. Dichos recursos se destinarán, en su mayoría, al gasto social.
Un logro que se suma a la caída del desempleo a un solo dígito (9,3 %) por primera vez en un lustro. Igualmente, sacó adelante su Plan Nacional de Desarrollo y creó el ministerio de la Igualdad, que será asumido por la vicepresidenta Francia Márquez, una de las promesas hechas a los electores en la campaña. También cerró de manera brillante la estrategia de defensa iniciada en el gobierno Santos y proseguida por el de Iván Duque contra la demanda de Nicaragua, que fracasó en su intención de extender su plataforma continental hacia territorio colombiano en el mar Caribe.
En el plano político, sin embargo, el horizonte no se ve nada despejado para el Presidente de la República.
Más que a la de una oposición cerrera –que existe, como en su momento la hizo también el mismo Petro desde el Congreso–, las dificultades del Gobierno se deben leer a la luz de tres escenarios críticos generados desde adentro del mismo Ejecutivo y el entorno presidencial: la decisión del mandatario de acabar con la coalición de gobierno; el escándalo de corrupción protagonizado por su hijo Nicolás y la insólita pelea de poderes entre el exembajador Armando Benedetti y la exjefa de gabinete Laura Sarabia, cuyos efectos políticos y jurídicos aún son indeterminados.
Esos fueron trances que no solo le quitaron al Ejecutivo apoyos claves en el Congreso sino que le mostraron al país que el discurso del cambio y de la lucha contra la corrupción y las viejas prácticas de la política tradicional está lejos de ser realidad. Impresión que se acentuó tras los escándalos de un contrato para su esposo y el posible abuso de poder para lograr que su hijo menor de edad pudiera salir del país sin los permisos correspondientes que terminaron tumbado a la ministra Vélez, más que su desconocimiento del sector de minas y energía.
Ahora, por efecto de la confesión de su hijo mayor, quien además fue uno de los jefes de su campaña política en la costa Atlántica, el presidente Gustavo Petro enfrenta el reto de defender la legitimidad de su elección y de impedir que el escándalo termine paralizando su agenda de gobierno en los próximos tres años. Esto, a menos de tres meses de unas elecciones regionales en las que el Pacto Histórico pretendía consolidar sus triunfos del 2022 y a las que, por el contrario, llega con muy pocas apuestas con chance de imponerse.
Coalición dinamitada
En muchos de los discursos pronunciados por Petro hay una entidad a la que suele aludir como supuesta causa de su falta de resultados en campos claves y, en general, del hasta ahora bajo cumplimiento de sus promesas de campaña: la implacable oposición del establecimiento económico y político a la que ahora suma una “clase media arribista” y hasta sectores que, en palabras del jefe de Estado, son comparables a los esclavistas de mediados del siglo XIX.
Pero hay otra figura usada recientemente por él que tal vez retrata de manera más comprensiva lo que ha pasado en los primeros 12 meses del llamado ‘gobierno del cambio’. Apenas minutos después de enterarse de la captura de su hijo mayor, Nicolás, protagonista de un escándalo que ahora sacude la legitimidad de su exitosa campaña política del 2022, el Presidente escribió en su Twitter una frase lapidaria: “Me duele mucho tanta autodestrucción”.
Esos aspectos han contribuido a la bajada de su imagen. La desaprobación del presidente Petro ronda hoy el 61 %, según la encuesta de Invamer. Tras tomar posesión, el pasado 7 de agosto, este ítem estaba en apenas 20 % contra una favorabilidad de 56 %. Hoy solo está en 33 %.
En este lapso, Petro ha salido de Colombia más de una veintena de veces. En el exterior, Petro es bien recibido. No solo por estudiantes o colombianos que lo aplauden con emoción, sino que ha tenido citas cruciales como la visita al presidente Joe Biden en la Casa Blanca y a las Naciones Unidas.