AltiplanoLa Ceja

Corregimiento San José: El tambo en paz

Juan Daniel Escobar

Comunicación Social – Universidad Católica de Oriente

juandanielescobar04@gmail.com

 

Alfombrado por el lodo, San José ostenta en sus pocas cuadras de extensión poco menos de treinta viviendas aglomeradas en una villa y otras cuantas espolvoreadas entre el monte tupido, las exportadoras de flor, los cultivos de mora, guayaba y tomate de árbol.

Unos metros tras pisar la entrada de su centro poblado, la panadería “Fiesta” con su aroma a tinto recién hecho y a pandebono saliendo del horno, hace las veces de refugio para el fugaz reposo de los empleados errantes de “Retirar S.A.E.S.P”: La empresa de oficios varios y limpieza de la alcaldía de El Retiro.

En la distancia, sin mucha pretensión, rechina el chascarreo del metal y los pedales que se acercan entre la carretera destapada: zas, zas, zas avisan cada vez con mayor intensidad. Tras unos pocos segundos de reloj, el ruido, cual canto de gallo mañanero, devela su identidad en la figura de un grupo de floricultores y un pelotón de ciclistas, quienes sin quererlo, tras acabar su desprendida de la montaña, habrían librado una carrera digna de ser televisada. Por un lado de la carretera, los floricultores y campesinos armados únicamente con busos, gorras y bidones de metal para la leche; por el otro, deportistas cubiertos en trusas aerodinámicas, cascos adornados por logos de “GW” y termos de bebida energizante aguardando en un soporte ligado al marco de la bicicleta.

Sin más que un intercambio de buenos días, un grupo de arrieros reponen los sombreros sobre sus cabezas y se despiden de la tendera tras el mostrador del Mercado Don José. Con un paquete de arepas de chócolo bajo el brazo y medio litro de aguardiente en la mano, abordan sin mucha prisa lo que parece ser un Nissan Patrol, de pintura roja desgastada. Con una placa registrada en Santo Domingo, y entre las voces casi inteligibles de los locutores de la radio anunciando con tono alegre: “¡Son las nueve de la mañana con cinco minutos aquí, en Oriente Estéreo!” ambos caballeros levantan las cejas mientras reciben de ¡Buenas! al próximo transeúnte que entra al mercado.

“¿Las familias grandes que ha habido acá? Pues… desde siempre, la mía: la de mi abuelo, que con mi papá eran veintidós hijos. Ya que yo me acuerde, estaban los Osorio, los Gaviria…” Recuerda Roberto Botero, tendero y campesino oriundo de San José.
“¿Las familias grandes que ha habido acá? Pues… desde siempre, la mía: la de mi abuelo, que con mi papá eran veintidós hijos. Ya que yo me acuerde, estaban los Osorio, los Gaviria…” Recuerda Roberto Botero, tendero y campesino oriundo de San José.

Justo frente a la capilla, se halla una pequeña cabaña levantada sobre tablones y techo de teja. Allí, avistan pacientes los ojos cansados de Roberto Botero, quien además de ser tendero, según cuenta él, pertenece a una de las ocho familias fundadoras del corregimiento.

—Buenas, ¿qué necesita? —Enuncia como de costumbre Roberto mientras recibe a un cliente—

—Buenas, me lo recomendaron para pedirle una información, ¿ahora mismo puede?

—Pues, déjeme un ratito, joven, que como a esta hora apenas está saliendo la gente de misa. Me toca atender, ayudar a cuidar bolsos… Si quiere pásese en un rato, por ahí a la una o una y media. Es que ahora mismo se va todo el mundo para el evento este del candidato a concejo—Responde cordial a pesar del atareo que significa para su negocio la salida de la multitud que abarrotó la capilla en misa de doce de la tarde—

Jóvenes: Educación, deporte y futuro Descendiendo por la vía principal, entre cafeterías, bares y el frecuentado granero Libamar, se encuentra en un nicho de ventanas residenciales y talleres metalúrgicos el mini mercado de Álvaro Botero, comerciante y mercader desde hace poco más de veinte años. Sin hacer especial alarde, comenta como junto a su esposa y su cuñado han establecido tanto el minimercado como la salsamentaría que tiene a tan solo unos palmos de distancia. La naturaleza comerciante de Álvaro, y su basto conocimiento sobre lo que se produce, dónde se produce y cómo, le permite reflexionar sin mucho esfuerzo sobre la condición del corregimiento, mientras afirmaba: “Esto de siempre ha sido un corregimiento de jornaleros, desde lo que se cultiva en las veredas más frías, hasta ya el ganado de las más calientes. Uno siempre ve que aquí lo principal es el campo y lo que se logra trabajar en las veredas… pero en el pueblo siempre hay trabajito también”.

—Por las mañanas antes de entrar al colegio por las cafeterías, las canchas… San José siempre es muy tranquilo, pero se llena es en los fines de semana que vienen de las veredas a misa. Pero, si de por sí es calmado, lo que se ve en jornada escolar son los niños —expresa Tania Giraldo, habitante de San José desde su infancia y administradora del Café Internet y papelería del casco urbano del municipio.

—Acá vienen mucho los papás que ven que los niños tienen que hacer trabajos en los computadores y tengo que explicarles prácticamente desde cero cómo hacerlo. Pero eso es más con los papás y los niños pequeños, los muchachos del colegio ya manejan esto de memoria.

 “Antes no tanto, ¡pero ahora! Lo que sí están haciendo es impulsar que los muchachos busquen seguir estudiando. Yo cuando estaba no le daban mucho a uno la idea de la universidad, pero ahora los muchachos los van formando para que aspiren a eso”, remarca esperanzada Tania Giraldo, quien, en su postura, en una miscelánea con cuatro equipos de computación para los muchachos, ve al joven de San José que se habrá de desprender de su tierra y buscará en la universidad la transformación vitalicia de lo que puede llegar a ser como profesional.

“Yo nací en el Tolima, pero llevo aquí desde los cinco, seis años. Antes, por ejemplo, el colegio era aún más tranquilo, porque en San José no había tanta empresa.” Expresa Tania Giraldo, habitante del municipio.

Por. laprensaoriente.info

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